domingo, 22 de diciembre de 2013

"Un pasito pa' lante, dos pasitos pa' trás"


"Esta mañana el Consejo de Ministros ha aprobado el Anteproyecto de Ley para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada. Algunos de ustedes recordarán que la primera comparecencia que hice en la Comisión de Justicia en el Congreso de los Diputados nada más tomar posesión como Ministro de Justicia, anuncié que presentaríamos este proyecto, que lo haríamos en la primera mitad de la legislatura, cosa que por fechas estamos efectivamente cumpliendo, y que lo haríamos con los criterios que habían inspirado el discurso del Partido Popular en relación con el siempre grave conflicto del aborto. Esto es, en primer lugar, la defensa, tal y como dice la Sentencia del Tribunal Constitucional de 1985, tanto de la proyección de vida del concebido pero no nacido y de los derechos de la mujer; en segundo lugar, atendernos a la interpretación que para resolver esos conflictos había marcado el propio Tribunal Constitucional; y en tercer lugar, actuar siempre en interés de la mujer.

Después de un período de reflexión, ciertamente amplio, de esta primera mitad de legislatura, después de haber consultado y estudiado el derecho comparado y de haber escuchado todas las voces de los expertos que han querido acercarse a nosotros o nosotros a ellos, hoy lo que hemos hecho es aprobar este anteproyecto de ley, que como les digo, en primer lugar cumple un requisito, un compromiso electoral de nuestro partido, del Partido Popular; que, en segundo lugar, recupera el equilibrio establecido en la Doctrina del Tribunal Constitucional, ese equilibrio que exige el legislador entre la protección del bien jurídico del nasciturus y los derechos de la mujer, y que además resuelve muchas situaciones de inseguridad, de inquietud en la sociedad en general y en los profesionales médicos en particular".

(...)

"Resumiendo, porque el texto es un texto no extenso en su redacción, pero muy intenso en su contenido, decirles que lo que hoy ha hecho el Consejo de Ministros es, además de dar cumplimiento a un compromiso electoral, además de reponer en nuestra legislación los criterios que sobre la interrupción del embarazo estableció hasta en tres ocasiones el Tribunal Constitucional, es hacer una apuesta clara y decidida por aquello de lo que nos tenemos que sentir todos más orgullosos en un Estado Social y Democrático de Derecho, por la protección de los más débiles, por la protección  de los más vulnerables, en este caso, por la protección de los concebidos y no nacidos, pero hacerlo desde, no solamente el reconocimiento, sino la garantía de los derechos de la mujer. Y en lugar de eludir el conflicto cuando ambos bienes jurídicos entran en situaciones dramáticas para sus titulares y, por lo tanto, dramáticas también para la sociedad, lo que hace el legislador es resolver directamente esos conflictos actuando siempre en interés de la mujer".

Esto es lo que decía el Ministro de Justicia, D. Alberto Ruiz Gallardón, en la conferencia de prensa tras el Consejo de Ministros del viernes 20 de diciembre de 2013. La nota de prensa reza: "el Gobierno retoma el sistema de indicaciones avalado por el Constitucional y garantiza que las menores tengan que contar con sus padres en caso de aborto".

No pensaba utilizar este blog para tratar temas políticos, pero es una modificación importante y no es tanto sobre el fondo como sobre la forma.

Uno puede estar a favor o no del aborto, pero me resulta curioso que para justificar la modificación de la legislación actual basada en un sistema de plazos, se escuden en tres sentencias del Tribunal Constitucional, cuando las razones de fondo son bien distintas. Tres, como el número de sentencias, son mis motivos:

  • Primero, nuestra Carta Magna nada dice sobre el nasciturus. El artículo 15 declara el derecho de todos los españoles a la vida y a la integridad física y moral; ahí se queda. Y aquí es donde entra el Tribunal Constitucional: ¿hay límite en la protección a la vida? Obviamente sí, porque en igualdad se establece el derecho a la integridad física y moral. 

En primer lugar habría que definir qué es la vida, para después establecer los límites cuando entra en conflicto con otros derechos fundamentales; ni siquiera en eso nos ponemos de acuerdo. Parecería lógico utilizar para determinar cuándo hay vida el mismo criterio que utilizamos para determinar cuándo no la hay, ¿no? Aunque sólo sea por coherencia, si hay algo que define a la persona y que hace que legalmente se considere su muerte, habrá que usarlo contrario sensu para determinar que hay vida. Pero hay quien entiende que el hecho de que esa nueva "vida" tenga identidad genética propia y la capacidad de regular su propio desarrollo es suficiente para defenderla de forma absoluta y anteponerla frente a un ser desarrollado, cual es la madre, y con cuyos derechos -los de integridad física y moral- colisiona. Pero en este punto estoy condicionada: soy mujer y me considero algo más que un "receptáculo", como también concibo la sexualidad como algo más que un medio de reproducción. Quizá peque de demasiado liberal.

Simplificando, hemos de distinguir entre lo que Aristóteles llamó la potencia del ser frente al ser en acto y decidir si merecen la misma protección. La solución por la que se opte debería estar más relacionada con el estado de la ciencia que con la ideología del partido gobernante, ¿no creéis?

En cualquier caso, respecto al conflicto entre el derecho a la vida de la potencia y los derechos del ser, la Sentencia 53/1985, de 11 de abril (BOE nº 119, de 18 de mayo de 1985) recoge que "se trata de graves conflictos de características singulares, que no pueden contemplarse tan sólo desde la perspectiva de los derechos de la mujer o desde la protección de la vida del nasciturus. Ni ésta puede prevalecer incondicionalmente frente a aquéllos, ni los derechos de la mujer pueden tener primacía absoluta sobre la vida del nasciturus, dado que dicha prevalencia supone la desaparición, en todo caso, de un bien no sólo constitucionalmente protegido, sino que encarna un valor central del ordenamiento constitucional. Por ello, en la medida en que no puede afirmarse de ninguno de ellos su carácter absoluto, el intérprete constitucional se ve obligado a ponderar los bienes y derechos en función del supuesto planteado, tratando de armonizarlos si ellos es posible o, en caso contrario, precisando las condiciones y requisitos en que podría admitirse la prevalencia de uno de ellos".

Creo que el problema es de base porque el Tribunal Constitucional no se limita a "interpretar" (según la RAE que interpretar es "explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto"), sino que "crea" y en nuestro ordenamiento ése no es su cometido. Porque "de donde no hay no se puede sacar" y si la Constitución establece que han de defenderse determinados derechos, mientras se haga y se razone debidamente, el Consitucional no debería meterse a precisar "las condiciones y requisitos" en que podría admitirse la prevalencia de uno de ellos, porque no hay una solución correcta, admitámoslo.

Nada es absoluto y hemos aceptado la imposición de determinados límites (de repente la filosofía cobra sentido: nunca pensé que podría utilizar el "contrato social" de Hobbes en un contexto distinto a un examen). Todas estas creaciones y categorizaciones son humanas: sí, consideramos que hay "derechos innatos a la persona", pero no deja de ser una ficción, una hermosa y básica ficción -no, no nos meteremos a discutir sobre el Derecho Natural-. Hay límites para todo, incluso para la vida. Y ello es así porque la vida no se defiende en cualquier circunstancia: las personas somos más que un ser vivo. Algunos ordenamientos incluso reconocen la disposición del individuo sobre su propia muerte: ¿la vida es vivir a cualquier costa? Para algunos no y eso es algo sobre lo que no se puede llegar a un acuerdo. 

El Estado nos protege de nosotros mismos, lo protege "todo" (en este caso mediante un concepto absoluto de lo que es la vida humana) y lo hace partiendo de unas premisas que quizá no son las correctas: una herencia religiosa que muchas personas ya no comparten. Se adoptan decisiones generalistas que cercenan derechos individuales, sin respetar la diversidad de creencias, que también viene recogida expresamente en la Constitución. El Estado debería establecer unas garantías, unos mínimos, pero nada más. Y el Tribunal Constitucional es el garante, pero también tiene límites, que, en mi opinión, excede continuamente.

Al final terminamos olvidando que el Estado y las Instituciones que lo componen no están por encima de los ciudadanos, están a su servicio, y que las cosas son lo que nosotros decidimos que sean y esa concepción evoluciona.


  • Segundo, el Tribunal Constitucional está compuesto por doce miembros nombrados por el Rey a propuesta del Congreso (4), del Senado (4), del Gobierno (2) y del Consejo General del Poder Judicial (2). Por cierto, el Consejo General del Poder Judicial es un órgano con veintiún miembros elegidos por el Congreso y el Senado. Vamos, que independencia la justa y politización toda la que quieras. Lo mismo hoy dice una cosa y dentro de diez años la contraria, sólo hay que esperar a poder cambiarlos. Veremos quién está entonces en el poder y cómo cambia la Doctrina.

  • Tercero, ¿tres sentencias que datan de hace treinta años? Mucho han cambiado las cosas desde entonces. En todo caso, si hay que estar al contenido de las sentencias será a todo, no sólo a lo que al legislador le parezca, ¿no? Recordemos que la Sentencia citada anteriormente declara constitucional el supuesto de hecho en el que se declara no punible la interrupción del embarazo cuando resulte probable la existencia de graves taras físicas o psíquicas en el feto -que pretenden eliminar-, y ello porque "el fundamento de este supuesto, que incluye verdaderos casos límite, se encuentra en la consideración de que el recurso a la sanción penal entrañaría la imposición de una conducta que excede de la que normalmente es exigible a la madre y a la familia. La afirmación anterior tiene en cuenta la situación excepcional en que se encuentran los padres, y especialmente la madre, agravada en muchos casos por la insuficiencia de prestaciones estatales y sociales que contribuyan de modo signigicativo a paliar en el aspecto asistencial la situación, y a eliminar la inseguridad que inevitablemente ha de angustiar a los padres acerca de la suerte del afectado por la grave tara en el caso de que les sobreviva. Sobre esta base y las consideraciones que antes hemos efectuado en relación a la exigibilidad de la conducta, entendemos que este supuesto no es inconstitucional. En relación con él y desde la perspectiva constitucional, hemos de poner de manifiesto la conexión que existe entre el desarrollo del art. 49 de la Constitución -incluido en el Capítulo III, De los principios rectores de la política social y económica", del Título I, "De los derechos y deberes fundamentales"- y la protección de la vida del nasciturus comprendida en el art. 15 de la Constitución. En efecto, en la medida en que se avance en la ejecución de la política preventiva y en la generalización e intensidad de las prestaciones asistenciales que son inherentes al Estado social (en la línea iniciada por la Ley de 7 de abril de 1982 relativa a los minusválidos, que incluye a los disminuidos profundos, y disposiciones complementarias) se contribuirá de modo decisivo a evitar la situación que está en la base de la despenalización. 
No parece peregrino afirmar, entonces, que en estos momentos de crisis económica y disminución -e incluso eliminación- de las ayudas sociales está más justificada, si cabe, la despenalización del aborto en este supuesto, que sin embargo, no incluye el Anteproyecto de Ley.

El aborto es un tema complicado, sobre todo porque suele mezclarse con el aspecto más íntimo de la persona, la conciencia o creencias, que siempre merece el mayor de los respetos. Lo que no me parece bien es intentar enmascarar una creencia religiosa detrás de tres sentencias para dotar de una legitimidad mayor el cambio legislativo, sobre todo cuando el "derecho comparado" de los países europeos -que se supone que han consultado y estudiado- lleva una tendencia totalmente distinta. 

Por otro lado, creo que es una barbaridad desde el punto de vista legal colocar en situación de igualdad los derechos fundamentales de la persona -mujer- sobre la protección que se puede brindar o no al concebido pero no nacido y que, en todo caso, deberá realizarse teniendo en cuenta conocimientos científicos; aunque claro, si tenemos en cuenta que el Tribunal Constitucional alemán en Sentencia de 25/2/1975 declaró que según los conocimientos biológicos y fisiológicos actuales, existe vida humana, en el sentido de existencia histórica de un individuo humano, desde los catorce días después de la concepción... (¡!).

En cualquier caso, la despenalización de la conducta de la mujer me parece una cortina de humo, como hablar de la mujer en términos de "víctima". Señor Ministro, si me quedase embarazada y decidiera abortar en el plazo legal que establece la actual legislación, no me consideraría una víctima, sino una persona que ejerce un derecho que le concede el ordenamiento jurídico. Si el "Legislador" decide no reconocerme ese derecho porque entiende que la potencial vida de un cigoto de tres semanas está por encima de mis derechos constitucionales, y decido infringir la Ley, tampoco soy una víctima, porque es Usted quien me ha colocado en esa posición. Si yo soy una víctima, ¿eso en qué lo convierte a Usted? 

Me parece un tema complejo y ésta la peor de las soluciones posibles.


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